Cada pequeño espacio es un mundo propio, y el hospital es un mundo
aparte, con sus reglas de juego y sus mecanismo de ataque y de defensa.
Me dijeron una vez "o te adaptás al sistema o te vas", ni una cosa ni
la otra. El hospital sacó lo mejor y lo peor de mí, aprendí que no soy
tan buena de lo que creía y que puedo defenderme ante situaciones de
ataque, y saqué fuerzas donde creí que no existían y me redescubrí; para
eso creo que sirven todas esas persona que viven buscando la manera de
hacerte la vida insoportable en el trabajo, son pruebas a tu fortaleza
de espíritu, a tu paciencia, a tu madurez. Siempre hay que medir a tu
enemigo y saber a quién vale la pena responderle o no. Hablando así
pareciera que el hopital es un ring de combate y en cierta forma lo es.
Luchamos contra el sistema contra la mediocridad, contra nuestros
propios compañeros y contra nosotros mismos.
Hoy me
reintegré y fué tan feo sentir la mediocridad corriendo en mis venas al
volver a la monotonía del trabajo, realizando las mismas tareas, los
mismos movimientos, viendo las mismas caras, que aunque sean buena
gente, son las mismas caras, y te pican los pies por salir corriendo de
ahí, correr como loca, porque sentís cómo el hospital te devora, te
transfoma en un animal de costumbre, te desgasta y terminás por
resignarte, por bajar los brazos, por dejar de luchar.
Hoy
me reintegré y quería irme, abandonarlo todo por un mínimo cambio, por
un aire que no huela a podredumbre, por paredes que no lloren, por
pisos que no griten de suciedad y de miedo, por un minuto sin la muerte
rondando por los pasillos.
Cada lugar es un mundo propio,
cada persona lo es, y es tan difícil no fagocitarse con la chatura
mental que te persigue sabiendo que somos presa fácil, conociendo
nuestras debilidades, utilizandola para beneficiar a los más "fuertes",
y cómo lo hace?, lo hace a través del sistema que premia la vagacia y
la mediocridad y castiga el trabajo duro con más trabajo o con mayor
persecución; y al final de tanto trabajar viendo a los de brazos caidos
salir beneficiados uno termina por sentirse un tonto, y cuando llega
ese momento, el momento en que uno decide dejar de trabajar a todo su
potencal y seguir el camino de "los otros" trabajando lo mínimo
indispensable, ahí es cuando la mediocridad se apoderó de vos y es tan
difícil salir que terminás convirtiéndote en uno de ellos, o aislado
totalmente, o con crisis de stress por aguantar las ganas de poner en su
lugar a más de uno, por la impotencia que produce ver tanta
negligencia, tanto abandono, tanto desgano...
Hoy me reincorporé y
encontrarme con todo esto de nuevo me hizo pensar, ¿habrán tenido
razón cuando me dijeron que o me unía a la mayoría o me iba? No sé,
sigo creyendo que puedo contra el sistema, o por lo menos sigo creyendo
que no soy presa de la mediocridad, pero eso mismo piensan todos los
mediocres, quizás ya es tarde, quizás ya soy una de ellos...
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