El mundo desde mi pecera

"Dicen que la memoria de algunos peces apenas supera unos pocos segundos. Tiene gracia si vives en una pecera: a cada vuelta, puedes descubrir y descubrir, una y otra vez, el mismo castillo sumergido. También tiene su inconveniente siniestro. La memoria del pez es tan corta que, a cada rato, debe acordarse de respirar. Toda su vida se resume en una infinita sensación de ahogo."

miércoles, 8 de junio de 2016

Consejos para combatir el insomnio


Mire doctor, yo tenía el problema del insomnio. No me podía dormir, no me podía dormir y no me podía dormir!. Y el insomnio empezó a producirme problemas en la cabeza. Crisis de identidad. Yo no sabía quién era, por no dormir.
Las noches pasaban, amanecía y yo desesperado no sabía quién era. Le preguntaba a la gente: “¿Quién soy? ¿quién soy?” Pero la gente me miraba raro.
Y así deambulé sin saber quién era hasta que superé el problema. ¿Sabe cómo? Dejó de importarme quién era yo.
Porque después me dije: ¿Qué sentido tiene decir “yo, soy yo, que arrastro una historia”. Después de todo somos únicamente el presente; este ápice vertiginosos que es el presente, este ápice vertiginosos del tiempo. ¿Qué sentido tiene ir arrastrando el pasado como prueba de quién somos?
me dije. Entonces comenzó a no me importarme nada.
-¿Cómo se llama? -me preguntaban.
-Nada.
-¿Quién sos?
-Éste -respondía.
-¿Quién sos?
-Yo!! -contestaba.
-¿Quién fuiste ayer?
-No sé.
Y fui tan feliz!!. Me quisieron como nunca. ¿Y sabe por qué? Porque no hacía proyectos, no contaba anécdotas; solamente me deslizaba por el presente como un equilibrista, huyendo del pasado a pasitos cortos, pero sin correr mucho para no atropellarme el futuro. Con esa prudencia que tiene el que vive el presente, para no llevarse colgado el pasado y para no atropellar lo que viene. Y fui feliz.
Pero un día me quedé dormido. Sí, dormí bien. Estaba tan tranquilo y tan feliz que, desaparecidas las preocupaciones, sin saber quién era, dormí bien. Y con el buen dormir vino el recuerdo. Y con el recuerdo ya fui alguien; y ahí se arruinó todo. Esta felicidad irresponsable de no ser nadie; este arrastrarse por el alambre del presente terminó por uno o dos buenos “apolillos”.
Y entonces me acordé. Y entonces supe que algunas cosas las había perdido. Supe que algunas cosas no me ocurrirían nunca más. No solo me acordé sino que empecé a hacer proyectos. Y a preocuparme. Y a temerle al futuro porque adivinaba que allí había amenazas. Y ya no fui feliz.
-¿Y esto le trajo alguna consecuencia? - consultó mi psicoanalista.
-Si, el insomnio doctor.

 - Alejandro Dolina






2 comentarios: