El mundo desde mi pecera

"Dicen que la memoria de algunos peces apenas supera unos pocos segundos. Tiene gracia si vives en una pecera: a cada vuelta, puedes descubrir y descubrir, una y otra vez, el mismo castillo sumergido. También tiene su inconveniente siniestro. La memoria del pez es tan corta que, a cada rato, debe acordarse de respirar. Toda su vida se resume en una infinita sensación de ahogo."

domingo, 31 de enero de 2016

¿Quién eres tú?


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 "¿Puede saberse quién eres tú?- preguntó la Oruga. (…) Alicia contestó, algo intimidada:
- La verdad, señora, es que en estos momentos no estoy muy segura de quién soy. El caso es que sé muy bien quién era esta mañana, cuando me levanté, pero desde entonces he debido sufrir varias transformaciones.
- ¿Qué es lo que tratas de decirme?-dijo la Oruga con toda severidad-. ¡Explícate, por favor!
-¡Ésa es justamente la cuestión! – exclamó Alicia-. No me puedo explicar a mí misma porque yo no soy yo, ¿se da usted cuenta?
- Pues no, no me doy cuenta – dijo la Oruga.
- Siento no poder explicárselo a usted con mayor claridad- dijo Alicia en un tono muy cortés- porque, para empezar, ni yo misma lo entiendo… ¡Comprenderá usted que cambiar tantas veces de tamaño en un solo día no es fácil de entender!
- Sí es fácil, le replicó la Oruga.
- Bueno, lo que ocurre es que usted todavía no ha pasado por ello- dijo Alicia-, pero llegará el día en que se convertirá en crisálida y después en mariposa, y entonces ¡ya veremos lo que siente usted!
-¿Y qué iba a sentir? ¡Pues nada!
- Está bien -concedió Alicia- Es posible que sus sentimientos y los míos sean muy distintos, pero puedo decirle que yo en su lugar me sentiría muy rara.
- ¡Tú! -exclamó con desdén la Oruga- ¿Y quién eres tú, si se puede saber?"



Fragmento de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll.




sábado, 30 de enero de 2016

El amor entre Sartre y Simone


Ellos ya sabían que el amor tiene múltiples caras...
"Si usted se acostara en este estrecho jergón, a mi lado, me encontraría muy a gusto y se me derretiría el corazón. Pero no será así y tendré que oír los ronquidos sonoros de alguien. Ay, amor mío, cómo la amo a usted y cómo la necesito. La amo con todas mis fuerzas Así se manifestaba Sartre, en 1939, siendo soldado, cuando por primera vez se separó de su Simone de Beauvoir, a quien siempre trató de usted (y viceversa) y a quien llamó, hasta su muerte, con el apodo deCastor.Sartre le escribía prácticamente a diario, contándole todos sus quehaceres con detalle, sin olvidar sus actividades militares. Las cartas de Beauvoir no llegaban con regularidad y el filósofo, que en aquella época escribía La edad de la razón, se impacientaba: "Estoy algo nervioso, porque empiezo a esperar sus cartas con esfuerzo. Piense usted, por favor, que desde el sábado no he recibido ninguna. Hace diez años que la conozco y es la primera vez que ocurre esto. Amor mío, cómo me gustaría recibir noticias suyas. Mi encantador Castor, que ya me ha ofrecido diez años de felicidad, la amo a usted y la beso con todas mis fuerzas".
Otras veces, ya en plena guerra mundial, Sartre teme por la suerte de su compañera: "Escríbame rápidamente. Empiezo a inquietarme por usted. Aquí se dice que han bombardeado Londres. Si esto es verdad, pronto le tocará el turno a París. Sea razonable, amor mío, y escape en cuanto asome el peligro". Pero, otra vez, la pasión domina: "Cómo la amo a usted, querida mía. Hoy daría un dedo por verla a usted cinco minutos y decirla que la amo. Hasta pronto, amor mío. Le amo a usted apasionadamente y hoy siento esto fuerte y dolorosamente. Escríbame todos los días".
Sartre y Castor, en nombre de la igualdad del hombre y de la mujer, establecieron la ley de la posibilidad de la aventura contingente como complemento de su amor necesario.Henriette Nizan, la mujer del que fue amigo íntimo de Sartre y filósofo, Paul Nizan, cuenta: "Se quiere hacer de ellos (Sartre y Castor) una pareja mitológica. Es cierto que existió el amor, pero también hubo cadáveres".


Carta de Simone de Beauvoir a Jean Paul Sartre

Querido pequeño ser:
Quiero contarle algo extremadamente placentero e inesperado que me pasó: hace tres días me acosté con el pequeño Bost. Naturalmente fui yo quien lo propuso, el deseo era de ambos y durante el día manteníamos serias conversaciones mientras que las noches se hacían intolerablemente pesadas. Una noche lluviosa, en una granja de Tignes, estábamos tumbados de espaldas a diez centímetros uno del otro y nos estuvimos observando más de una hora, alargando con diversos pretextos el momento de ir a dormir. Al final me puse a reír tontamente mirándolo y él me dijo: “¿De qué se ríe?”. Y le contesté: “Me estaba preguntando qué cara pondría si le propusiera acostarse conmigo”. Y replicó: “Yo estaba pensando que usted pensaba que tenía ganas de besarla y no me atrevía”. Remoloneamos aún un cuarto de hora más antes de que se atreviera a besarme. Le sorprendió muchísimo que le dijera que siempre había sentido muchísima ternura por él y anoche acabó por confesarme que hacía tiempo que me amaba. Le he tomado mucho cariño. Estamos pasando unos días idílicos y unas noches apasionadas. Me parece una cosa preciosa e intensa, pero es leve y tiene un lugar muy determinado en mi vida: la feliz consecuencia de una relación que siempre me había sido grata. Hasta la vista querido pequeño ser; el sábado estaré en el andén y si no estoy en el andén estaré en la cantina. Tengo ganas de pasar unas interminables semanas a solas contigo.
Te beso tiernamente,
tu Castor


A SIMONE DE BEAUVOIR 

13 de enero 

"(...)Figúrese, esta tarde he pensado que pronto estaría con usted de civil en un restaurante de París, como antaño (iremos al Louis XIV y al Relais de la Belle Aurore) y que haríamos ruido con la boca ante una buena comida y me quedé patitieso, me costaba imaginar que algo así existiera. Oh amor mío, ¡cuánto anhelo este permiso! ¡Y las tortillas! Hoy me acordé de que existían las tortillas: hace tres meses que no las pruebo. En cambio, salchicha» he tenido a mi antojo. Esto es todo por hoy, querida pequeña, amor mío. ¿Siente usted bien fuerte cuánto la quiero, cómo es usted mi pequeña flor? Somos una sola persona, mi dulce pequeña, una sola persona. Media, incluso. La quiero."


-Extracto de "CArtas al Castor y algunos otros, 1940-1963





Jean-Paul Sartre and Simone de Beauvoir, Nida, 1965.