El mundo desde mi pecera

"Dicen que la memoria de algunos peces apenas supera unos pocos segundos. Tiene gracia si vives en una pecera: a cada vuelta, puedes descubrir y descubrir, una y otra vez, el mismo castillo sumergido. También tiene su inconveniente siniestro. La memoria del pez es tan corta que, a cada rato, debe acordarse de respirar. Toda su vida se resume en una infinita sensación de ahogo."

domingo, 7 de julio de 2013

Yo no leo para...


Yo no leo para ser mas inteligente ,
leo para ignorar un poco menos .
Yo no leo para ser una persona mas compleja ,
leo para ser alguien mas simple .
Yo no leo para enriquecer mi vocabulario ,
leo para no endeudarme con mi lengua .
Yo no leo cientos de libros
leo muchas veces el mismo .
Yo no leo para sentirme realizada ,
leo lo que me realiza, para sentirme .
Yo no leo para decir que leo ,
leo para sentir otras voces en mi silencio .
Yo no leo para olvidarme de la realidad ,
leo para transformar la mía .
Yo no leo para transportarme a otras historias ,
leo para que otras historias sean parte de la mía .
Yo no leo para juzgar lo que otros leen ,
leo para cuestionarme lo que yo leo
Yo no leo para creerme mas que otros ,
leo para ser mejor que yo misma .
Yo no leo porque vaya a ser mejor persona ,
Yo leo simplemente porque leo .

M. Frutis.






viernes, 5 de julio de 2013

Del sentimiento de no estar del todo

" Y me gusta, y soy terriblemente feliz en mi infierno, y escribo. Vivo y escribo amenazado por esa lateralidad, por ese paralaje verdadero, por estar siempre un poco más a la izquierda o más al fondo del lugar donde se debería estar para que todo cuajara satisfactoriamente en un día más de vida sin conflictos.
Desde muy pequeño asumí con los dientes apretados esa condición que me dividía de mis amigos y a la vez los atraía hacia el raro, el diferente, el que metía el dedo en el ventilador. No estaba privado de felicidad; la única condición era coincidir de a ratos (el camarada, el tío excéntrico, la vieja loca) con otro que tampoco calzara de lleno en su matrícula, y desde luego que no era fácil; pero pronto descubrí los gatos, en los que podía imaginar mi propia condición, y los libros donde la encontraba de lleno. En esos años hubiera podido decirme los versos quizá apócrifos de Poe: 

From childhood's hour I have not been
As others were; I have not seen
As others saw; I could not bring
My passions from a common spring-

Pero lo que para el virginiano era un estigma (luciferino, pero por ello mismo montruoso) que lo aislaba y condenaba,

And all I loved, I loved alone

no me divorció de aquellos cuyo redondo universo sólo tangencialmente compartía.
Hipócrita sutil, aptitud para todos los mimetismos, ternura que rebasaba los límites y me los disimulaba; las sorpresas y las aflicciones de la primera edad se teñían de ironía amable. Me acuerdo: a los once años presté a un camarada El secreto de Wilhelm Storitz,donde Julio Verne me proponía como siempre un comienzo natural y entrañable con una realidad nada desemejante a la cotidiana. Mi amigo me devolvió el libro: "No lo terminé, es demasiado fantástico." Jamás renunciaré a la sorpresa escandalizada de ese minuto. ¿Fantástica, la invisibilidad de un hombre? Entonces, ¿sólo en el fútbol, en el café con leche, en las primeras coincidencias sexuales podíamos encontrarnos?




- Julio Cortázar.