El mundo desde mi pecera

"Dicen que la memoria de algunos peces apenas supera unos pocos segundos. Tiene gracia si vives en una pecera: a cada vuelta, puedes descubrir y descubrir, una y otra vez, el mismo castillo sumergido. También tiene su inconveniente siniestro. La memoria del pez es tan corta que, a cada rato, debe acordarse de respirar. Toda su vida se resume en una infinita sensación de ahogo."

sábado, 25 de junio de 2011

El cielo de los leones.

¿Qué es primero, la seducción o el deseo? Quizás van alternando sus hallazgos y equívocos. ¿Tras cuánto tiempo de anhelar algo, llega hasta nuestros ojos y nos rinde como una sorpresa? Ya creemos olvidado un deseo, ya no lo acoge nuestra piel, desde hace siglos que no cerca nuestra inteligencia, y vuelve un día como un milagro, justo como si irrumpiera en el primer momento en que lo deseamos. Extraña correspondencia la que existe entre los deseos y la seducción.

Yo paso tardes enteras ambicionando la luna que abre un río de luz sobre el mar frente a Cozumel, busco el modo de hacer el viaje, de coincidir con la noche de luna llena para dormirla bajo su embrujo, marco en la agenda la mañana en que saldrá el avión y, a partir de ese momento, aunque falte un mes, ya me interrumpe en las madrugadas el afán.

Por fin llego al mar y a la puesta de sol, al pescado frito, al aire húmedo y tibio de un regazo. En la noche me tumbo a esperar que la luna vaya subiendo hasta que me duermo quién sabe a qué horas. Medio despierto a veces y la miro unos minutos, vuelvo a dormir bajo ella hasta el amanecer. Todo sale de mí, el deseo y la seducción. Yo he ido a buscarla, yo me rindo a su encanto, ella se queda impávida, y cuando vuelva a flotar sobre el agua, dentro de un mes, no extrañará mis ojos, ni mi delirio contemplándola. ¿O sí?

Si los Santos Reyes no existen, si las noches iluminadas esperándolos, si el vilo de los días previos a la clandestina llegada de nuestros padres con los regalos, si todo eso no fue producto sino del deseo de que fuera cierto, me pregunto por qué la pura fecha me seduce y me rinde a su recuerdo. Tal vez nada sea más seductor que lo que inventamos para que luego nos seduzca. ¿Deseamos una voz, la palma de unas manos, la punta de unos dedos? ¿Desde abajo hasta arriba deseamos unas piernas? ¿O es que todo eso nos sedujo mucho antes de que imagináramos el deseo? ¿Qué será?

Yo no hubiera querido un chocolate si de ellos no saliera ese olor a trópico y arrebato. Pero todo fue probarlos, ¿y qué tarde no quiero un chocolate? A cuántas pequeñas seducciones hay que negarse. Ahí está una copa de vino blanco haciéndome pensar en la risa entregada y fácil que me produce al darle dos tragos. ¿Cuándo fue que me sedujo el vino blanco? ¿Cuándo el pan, las aceitunas, el azúcar? ¿Por qué incluso el encuentro con esas seducciones tiene que controlarse?

A cada quien lo seduce un abismo distinto: yo podría ir al cine mañana y tarde todos los días, podría comer en desorden, todo lo que la edad y las razones de mi cintura quieren prohibirme, querría abrazar y abrasarme mil veces más de las que puedo. Yo me dejo caer en los recuerdos, me persuaden durante horas a la hora menos indicada.

De todos los pecados que condena la Biblia, el primero es rendirse a la seducción. Yo lo cometo a diario, no sólo para contradecir las instrucciones bíblicas, sino porque a veces cuesta vivir, y no hay como abandonarse a la seducción para encontrar, cada jornada, los mil motivos que tiene la vida para hacer que la veneremos. Todos los días nos seduce algo nuevo. El color de la tarde, la luz con que descubren el sexo los adolescentes de la casa, la inteligencia con que descifran el mundo, la falda nueva que se puso ella, la viejísima playera que volvió a ponerse él.

Cualquier mañana puede una carta convertirnos en jóvenes, cautivar nuestra índole hasta hacernos creer que la piel de los veinte años se recupera invocándola. Y ¿cómo negarse a semejante seducción? ¿Para obedecer cuál lógica? ¿Para encontrar cuál consuelo? ¿El que se cifra en el entendimiento? Sabe uno bien que se hace de noche, crecen los adolescentes, deja de haber cartas, tenemos la piel que cruza por nuestros años. Sin embargo, qué maravilla cada momento frente a la seducción del momento. Eva estuvo para lamentarlo, nunca uno de nosotros. Nunca quienes no quieren ahogarse en este tan renombrado valle de lágrimas.

Contra cada lágrima el buen conjuro de un deseo, para cada instante en que se nos agoten los deseos, el alivio y la insensatez de una seducción. A ratos, movidos por la cordura y las leyes, tendemos a acusarnos de fáciles, de excedidos, de tontos: nunca debí enredarme con las nubes, nunca cantar en público como bajo la regadera, nunca subir de golpe estos tres kilos, nunca irme a Venecia con la imaginación, nunca dormir en el piso ¿qué? del edificio ¿qué?, ¿en qué ciudad? Nunca creer en los hábitos de la locura. Nunca desafiar la sensata palabra de la sensatez.

No hay nunca que valga, y como decía tía Luisa, cielo hay para todos, hasta para los leones debe haber un cielo. Por eso nos atrapa la seducción. Porque, ¿qué es la bendita seducción, sino el sueño de que hay tal cosa como el cielo?



Mastretta, Ángeles
El cielo de los leones

Buque marron

Sucede que me canso de ser hombre...
Sucede que entro en las sastrerias y en los cines marchitos, impenetrable como un cisne de filtro, navegando en un aguo de origen y ceniza.
El olor de las peluquerias me hace llorar a gritos. Sólo quiero un descanso de piedras o de lanas. Sólo quiero no ver establecimientos, ni jardines, ni mercaderias, ni anteojos, ni ascensores.
Sucede quq me canso de mis pies y mis uñas, y mi pelo... y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.
Sin embargo, seria delicioso sustar a un notario con un lirio cortado o dar muerte a una monja con un golpe de orejas. Seria bello ir por las calles con un cuchillo verde y dando gritos hasta morir de frio.
No quiero seguir siendo raiz en las tinieblas, vacilante, estendido, tiritando de sueño, hacia abajo en las tripas mojadas de la tierra, absorbiendo y pensando. Comiendo cada día.
No quiero para mí tantas desgracias...
No quiero continuar de raiz y de tumba, de subterraneo solo, de bodega con muertos..........muriendome de pena.
Por eso, el día lunes arde como el petróleo cuando me ve llegar con mi cara de carcel y aulla en su transcurso como una rueda herida y da pasos de sangre caliente hacia la noche. Y me empoja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas, a hospitales donde los huesos salen por la ventana, a ciertas zapaterias con olor a vinagre, a calles espantosas como grietas.
Hay pajaros de color del azufre y horribles intestinos colgando de las puertas de las caa que odio.
Hay dentaduras olvidadas en una cafetera.
Hay espejos que debieran haber llorado de verguenza y espanto.
Hay paraguas en todas partes.... y venenos.... y ombligos.
Yo... paseo con calma, con ojos, con zapatos, con furia, con olvido.
Paro. Cruzo oficinas y tiendas de ortopedia, y patios donde hay ropa colgada de un alambre

domingo, 19 de junio de 2011

10 cosas que odio de mí.

MOSTRANDO LA HILACHA...

Aburrida, con insomnio y sin ganas de nada me pongo a ver esas pelis que tengo guardadas para estos momentos de desgano fatal, la peli se llama "10 cosas que odio de ti" y mientras la veo y preparo mate me pongo a pensar en 10 cosas que odio de las personas que conozco y en las 10 cosas que odio de mí; asi que acá van las mías:

1- odio preferir quedarme en casa viendo pelis o leyendo un sábado x la noche en vez de salir (x q luego debo bancarme que digan que "no disfruto de la vida (?)" )

2- odio cambiar de metas y gustos como Moria Casán de bombacha

3 - odio no poder poner deacuerdo a mis múltiples personalidades. -

4- odio tener ideales tan firmes que me llevan por caminos que me cuesta transitar

5- odio tener tantas ganas de hacer tantas cosas y tan pocas fuerzas para empezar alguna.

6- odio no saber que quiero hacer de mi vida

7- odio pensar y soñar y pensar y soñar y pensar y soñar y pensar y soñar, soñar, soñar....

8- odio ser tan fiaca para ir a la playa cuando me encanta

9- odio que sus ojos verdes no se vayan de mi memoria

10- la terrible incapacidad de poder disfrutar de las pequeñas cosas.


Y cuáles son las 10 cosas que odias de vos o de alguien más??

sábado, 11 de junio de 2011

Confesiones...

Confieso que he soñado...y he tratado de convencerme de la realidad. La de los demás.
Confieso que he creido...y hasta ese espejismo me parecia palpable. El de él.
Confieso que he vivido...y he muerto con cada una de las palabras que asimilo. Las de todos.
Confieso que he buscado...y he perdido al tratar de no perderme en el silencio. El mio.

Confieso que ha pesar de todo, sigo soñando, sigo creyendo, sigo viviendo y, aunque me duela, sigo buscando.
...Y entre confesión y confesión, se desarman mis palabras sin que nadie mas que yo las contemple, sin otra mirada mas que ésta que entiende que todo su significado subjetivo, debería ser objetivo.
Tan dificil es?